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¡Manaaa… La Semana!

Museo del Chopo; foro abierto a la(s) cultura(s) de la diversidad 

Por Alfonso Morales

Una de las ilustraciones de la Semana Cultural Lésbico-Gay, en el Museo Universitario del Chopo, fue un póster que mostraba un par de fotos: en la de arriba, aparecían dos hombres jóvenes besándose en la boca; abajo, una niña, vestida con un minúsculo corpiño y una falda extremadamente corta; su carita brillante y maquillada, como sus ojos, que miraban al frente, con un gesto en los labios que pretendía ser sensual, pero a mí me produjo una mezcla de lástima y ternura. En medio del cartel, un cintillo de texto advertía al espectador: “Si esta imagen –una flecha señalaba la foto del beso–, te escandaliza más que esta –otra flecha apuntaba a la niña–, puede que padezcas homofobia”.

Creada por José María Covarrubias, en el Museo Universitario del Chopo, la Semana Cultural Lésbico-Gay representó un espacio no sólo para el disfrute de las manifestaciones artísticas: gráfica, pictórica, escultórica y fotográfica; el teatro, el cine y la danza, también se convirtió en un foro donde dar cabida y cause al debate de las ideas, la conversación, la reflexión y la concientización sobre los problemas que enfrentaba y enfrenta una población que comenzaba a despertar en el reclamo de sus derechos. Cada verano, el Chopo abría sus puertas a la diversidad, al arte, a la lucha y al proceso de identidad de lo distinto y, si por alguna razón no había la suficiente publicidad de ese evento, no faltaba quién lo recordara con un tono pícaro y cómplice: “¡Manaaaa… la semana!”.

Chema, como le decían sus amigos más cercanos a Covarrubias, imprimió su enjundia para llevar La Semana, con mucho decoro, desde 1982 hasta su muerte en 2003 y más allá: como si fuera El Cid Campeador, seguía ganado batallas después de muerto. El evento continuó su un par de años más hilvanado las temáticas de la diversidad sexual, que cada día era más múltiple y se extendía fuera de la dimensión homosexual, dando lugar a una llamada comunidad LGBT (lésbico, gay, bisexual y una T, también múltiple, que inició con travesti, siguió con transgénero, continua con transexual, más (+) lo que se ha ido acumulando a lo largo de este medio siglo de lucha, desde la noche aquella del verano del 69 (¡vaya número!), cuando los parroquianos del bar Stonewall, cansados de razias, golpes y extorsiones, hicieron frente a la policía de Nueva York y plantarles un “hasta aquí”.

En la actualidad no hay más Semana Cultural Lésbico-Gay en el Museo del Chopo; al menos, no como la concibió Chema Covarrubias. Lo que hay es el Festival Internacional por la Diversidad Sexual (FIDS) y Salvador Arys se encarga de mantener vivo el sueño ochentero y cada mes de junio, desde 2006, ese espacio se abre para mostrar el aura de las creaciones artísticas de integrantes de la población LGBTQ+ o cuya temática versa sobre ella, a través de talleres, espectáculos, conferencias, debates y presentaciones de libros, además de la propia exposición. 

Este año, la jornada lleva el nombre de Faltas a la Moral para conmemorar, si sumamos las dos versiones, sus 41 (¡vaya número!) años de visibilizar el otro arte, las otras formas de amor, las otras identidades, labores interrumpidas sólo por la pandemia pues ni siquiera en 2006, cuando el Chopo cerró por remodelación, el FIDS cesó sus actividades; lo que hizo fue migrar a otros espacios dentro de la Ciudad de México y este verano está de vuelta otra vez en el recinto que la vio nacer en 1982. 

 

La jornada cultural no solo es el hilo conductor de este año, sirve también para reflexionar acerca de cómo la autoridad del Estado y su brazo ejecutor, la policía, arremeten contra las y los que se atreven a ejercer su sexualidad; un amor que dice su nombre sin miedo. Con esa fórmula, un asesino puede descargar su culpa y evadir el castigo. Hablamos, pues de las faltas a la moral que cometen las instituciones contra los individuos para cuestionar su significado en estos días de transiciones, definiciones y disyuntivas.

Si visitas la exposición, o mejor aún, destinas todo un día a conmemorar esta lucha-fiesta (recuerda que gay significa alegre, en inglés), además del Museo del Chopo, podrás visitar otros recintos, como el antiguo Frontón México o el Monumento a la Revolución o el Kiosko Morisco, todo en esta parte de la Ciudad de México que tiene mucha Historia. Ejemplo de ello es la avenida San Cosme, que conecta directo a la calle de Tacuba y, de ahí, al Zócalo y por donde salieron huyendo los soldados de Hernán Cortés, justo la tarde del 30 de junio de 1520, durante la mítica batalla de la Noche Triste… Triste para los invasores, claro está.

En su paseo por las colonias Tabacalera, Santa María la Ribera y San Rafael, Cultura_Con_Polakas constató la cantidad de banderas multicolores –que nada tienen que ver con el arcoíris ni con la insignia del movimiento mutualista–, que ondean lo mismo en edificios de gobierno que en bancos y otras empresas, así como también la manera como hoy compiten entre sí por ver cuál de ellas es la más inclusiva, la más gay friendly. Hoy todo mundo, empresas, gobiernos, medios y celebridades quieren visibilizar su tolerancia, comprensión y respeto hacia la diversidad sexogenérica y mostrar una actitud “políticamente correcta” frente a esos sectores que, a pesar de que muchos y muchas han trocado la lucha y se han convertido en encomiables consumidores, gracias a la dudosa amabilidad con que les tratan el capitalismo y el régimen, todavía descubren con asombro que las cosas han cambiado muy poco en realidad, en términos de exclusión.

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